3 de diciembre de 2012


Siempre había estado buscando la forma de vivir un sueño y sentir que podía rozar el cielo con la punta de los dedos. Pero fue justo en el momento en el que dejé de buscar todo eso, cuando realmente lo encontré.
No soy una de esas chicas que se enamoran con facilidad, pero en el momento que te vi sonreír, se me olvidaron cada una de las promesas que me hice a mi misma. Y tú, sin querer, hiciste que las murallas de mi corazón se derrumbaran, una por una.
No puedo decir que fue nuestro sueño, porque tú no sentías lo mismo. Pero yo llegué a pensar que sí. E incluso luché contra todo y todos para creer en nosotros, pero no me detuve a pensar que ellos podían tener razón.
El problema de vivir un sueño, es que no es real, y tarde o temprano, te toca despertar y volver a la realidad. Para ti fue sólo un juego, para mí, ¿qué importa lo que fuera?
La cuestión es que deberías estar agradecido, porque no te he dirigido una sola mirada de decepción ni de reproche cada vez que nos cruzamos. Ni siquiera te he dicho nada para que tú estés bien. Te besé como si fuera la primera y última vez, porque en el fondo, sabía que nada podía acabar bien, y acerté.
La gente me dice que es imposible querer a alguien en tan poco tiempo, pero desde pequeñita me enseñaron que el amor no entiende ni de edades ni de distancias, y que no hay un tiempo exacto para enamorarse. Simplemente, pasa.
¿Pero sabes qué? Quiero que estés con ella, porque es tu felicidad. Porque ya te dije un día que me bastaba tu sonrisa para ser feliz. Y sólo te pido que, si algún día te acuerdas, aunque sea un poco, de mí, recuérdame con cariño. Porque yo lo haré, y pensaré que pase lo que pase, estaré a tu lado siempre que me necesites. No te voy a mentir, de momento duele mucho. Tanto, que a veces pienso que el corazón se me va a salir del pecho. Duele tu indiferencia, porque sé que todo esto a ti te importa una mierda. Pero soy incapaz de odiarte.