27 de diciembre de 2012

Soñando con tus abrazos calientes.


Hoy he despertado entre sabanas, como una mañana cualquiera de un frío invierno, con un abrir y cerrar de ojos lento, pero esta vez a diferencia de las demás mañanas, mis cara de repente empezó a llenarse de lágrimas que caían desconsoladamente de mis ojos. Un sueño, un sueño ha sido el culpable de todo esto, era un sueño perfecto, demasiado perfecto para ser verdad, y no quería que se acabara, no, jamás. Yo estaba allí, en un sitio, no sé cual, yo tenía frío, normal, como todas las mañanas, me tumbaba en el suelo (esto no tenía mucho sentido) y de repente él me decía  -espera-, y se tumbaba junto a mi, pegados, juntos, y me abrazaba, me abrazaba como jamás lo había hecho, y si, parecía que entraba en calor, pero entonces estábamos tan bien que no se nos pasó por la cabeza separarnos, y así era, un sueño que duro toda la noche en el que estábamos tumbados los dos abrazados, con las caras pegadas, con los labios a milímetros  y si, era feliz porque lo tenía a mi lado, y porque por un instante el reloj se paro, los segundos no corrían, y parecía que te iba a tener ahí siempre, que jamás iba a acabar este instante.