2 de noviembre de 2012

Era una vez..



Era un tarde gris, una tarde común y corriente para los dos. En verdad no habíamos tenido el mejor de los días, pero como siempre tus ojos brillaban intensamente. Yo estaba un poco ofendida porque a lo largo de ese día se te había dado por ignorarme, pero estaba acostumbrada a tus mal humores e iba a aguantarlos hasta que mi corazón dijera basta. Admito que pase a tu lado hasta con una nariz de payaso para que me registraras, pero sin embargo yo seguía ahí como si estuviera dibujada. Ya casi la tarde acababa y creo que en el fondo una parte de mi se resignaba, agachaba la mirada y aceptaba la derrota aunque sin ganas. A mi alrededor la gente reía, yo también lo hacía, pero era una sonrisa un tanto fingida porque extrañaba oír tu voz y ver de cerca tu mirada cristalina. Comenzaba a lloviznar, caminaba hasta la salida acompañada por esa amiga infaltable que siempre esta fiel a mi lado. No le había dicho nada de lo que sentía, ya que sabría que jamas lo entendería. La cosa es así: el amor solo para pocos y los que lo ven desde afuera piensan que estamos locos. Y yo admitía que había perdido la cabeza... No lo esperaba, me sorprendió que aguardaras mi llegada con la mirada fija en el suelo y las manos en los bolsillos ocultas. Pase a tu lado indiferente y me detuviste al paso tomando con tus manos en mi brazo. Dijiste algunas palabras que no recuerdo con claridad, pero en el fondo te preguntabas porque pasaba sin saludar. Tenía la sonrisa mas grande dibujada en mi cara y por dentro podía sentir como mi corazón palpitaba, aunque a él casi nunca se lo demostraba. Me excusé con palabras torpes, de esas que nacen de la boca en un momento de confusión y cuando las pensamos fríamente nos hicieron pasar un papelón. Y al fin llegó eso que siempre ansiaba que hagas, me tomaste por la cintura y nos hundimos en un profundo abrazo. La gente miraba al nuestro al rededor y algunos comentaban por lo bajo aquella situación, pero los ignoré con facilidad porque solo estaba concentrada en el momento que me tocaba pasar. Creo que cerré lo ojos... o quizá no. Lo relato como si hubiera durado horas, pero apuesto lo que sea a que solo duro unos pocos segundos.
- ¿Me queres? - dijiste cerca de mi oído y por mi cuerpo corrió un escalofrió.
No podía mentirte, no podía decirte la verdad. Idiota pregunta la que acababas de formular. No te quería, era mas que eso, pero costaba admitirlo. Con mis mejillas enrojecidas como de costumbre te miré a los ojos con un poco de miedo y deje que las palabras fluyeran de mi boca. Te dije que te quería mucho y me callé para no arruinar la situación, pero casi sin pensarlo y sin una lógica razón una nueva pregunta te formulo mi corazón: ¿Y vos?. Me intrigaba saber la respuesta, pero a la vez sabía que si no era la que yo esperaba no podría soportarla. Aumente la apuesta a que todo iba a salir como pensaba. Y esa noche dormí con una sonrisa en el rostro cuando pensaba, revivía y soñaba con la respuesta imaginada: también te quiero...